Se acostó consciente de su angustia, de cómo el monstruo, que aún sentía rugir en sus entrañas, se había llevado su alegría y su paz.
Mientras las lágrimas se derramaban lentas y mudas sobre su almohada se dejó envolver en las brumas de un sueño… quizá de un deseo, y se fue lejos. Más allá del dolor, más allá del miedo. Más allá de su cruel abandono.
Kintsukuroi
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