Hacia el mar

Sentada en la orilla de un Cantábrico extrañamente en calma. Abrazada a sus piernas, con la cabeza enterrada en sus rodillas, llora quedamente, parece que ya no le quedasen lágrimas. No siente que las olas empiezan a acariciar sus pies, que su llanto se desliza por sus piernas y se mezcla con el agua de mar  y se hacen uno. La marea sube.

Está cansada, ha perdido la cuenta de los días de echarle de menos. Quiere dormir, se deja arrastrar por el sueño… o por el mar, o por ambos.

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Kintsukuroi

Se acostó consciente  de su angustia, de cómo el monstruo, que aún sentía rugir en sus entrañas, se había llevado su alegría y su paz.

Mientras las lágrimas se derramaban lentas y mudas sobre su almohada se dejó envolver en las brumas de un sueño… quizá de un deseo, y se fue lejos. Más allá del dolor, más allá del miedo. Más allá de su  cruel abandono.

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Magia

El haz de luz tiembla, es así como me percato de los estremecimientos que recorren mi cuerpo, es imposible que la linterna permanezca quieta en mi mano sudorosa. Cada una de mis pisadas despiertan de su letargo a unas maderas que con lastimeros crujidos me hacen saber que no me fíe de su firmeza.

Estoy tan pendiente de dónde pongo los pies que no había notado que tengo miedo. Mis sentidos se agudizan, la casa huele a humedad, a polvo y a viejo. El sonido del viento se cuela por las destartaladas ventanas, y en un susurro me pregunta
— ¿Por qué has venido?

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Tela de araña

El sonido de sus pisadas queda silenciado por la gruesa moqueta que cubre el pasillo.
En la esquina superior derecha una cámara vigila. La mira de frente, sin titubear, con la inmensa calma que le da saber que las imágenes que recoge son las de un espacio completamente vacío.

Baja por la escalera de servicio, sale por la puerta de los empleados apretando en su mano enguantada la pequeña cuña que ha impedido que la puerta se cerrase, se aleja del hotel despacio, por las calles de una ciudad dormida.

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En el olvido

Nota: Este relato fue publicado el el VadeReto del Acervo de letras el 27 de diciembre de 2020. La propuesta era crear un cuento navideño de autentico terror, y solo había una condición: ASUSTAD.
Le precedía este comentario: Aunque me haya hecho esperar estaba deseando volver al calor de la chimenea del Acervo. Será que está tarde desapacible de finales de diciembre es la adecuada para sentir… el cobijo del calor de unas llamas y el relato navideño tintado de miedo… aquí lo dejo.

Está temblando, el frío de las baldosas penetra en sus pies descalzos, hasta hace un momento la cobijaba el calor de la cama, ahora el pijama apenas protege y siente escalofríos.

Sigilosa camina hacia el salón, y en el último recodo, detrás del cortinón de terciopelo rojo que separa el pasillo del vestíbulo, se detiene a escuchar. Desde la cocina llegan voces, risas. Los mayores están ajetreados preparando la comida de Navidad.

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Ella

Nota: Relato publicado en el VadeReto del Acervo de Letras el tres de noviembre de 2020.

Azabache, negro brillante. En algún lugar debiste oír que era un color atemporal, ajeno a modas y estandarte de buen gusto. Y decidiste vestirlo. Nadie como tú lo sabe lucir, derrochando elegancia. Esa, con la que paseas el vaivén cadencioso de tus caderas redondeadas por el tiempo. Ese, que te resta juventud y lozanía (que no atractivo) y lo compensa con sabiduría y calma.

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Cruce de caminos

Es todo un ritual remover despacio, llevar la cuchara a la boca y dejar que el líquido caliente y espeso embriague sus sentidos.

Mientras disfruta del único chocolate que le gusta de toda la ciudad, inconscientemente ha descalzado su pie izquierdo, otra vez el dolor pulsátil que se acentúa a lo largo del día hasta convertirse en tortura. Vuelve a sentir la fractura de sus huesos y a añorar los zapatos de tacón que ya nunca se pondrá.

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Aires del sur

Sonrío. Plena. Satisfecha. Aún jadeo.
El calor traspasa cada uno de mis poros, adentrándose en mi cuerpo, viaja por mis venas y activa todas mis terminaciones nerviosas, multiplicando mis sensaciones. Tanto, que hasta un tenue soplo de brisa eriza mi piel, que brilla perlada de sudor.

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